Sentir nervios al ponerse tras el volante es más común de lo que parece; incluso conductores experimentados pasaron alguna vez por esa fase. El primer paso para superar el miedo es reconocerlo y entender su origen: ¿proviene de una experiencia previa desagradable, de la sobreexposición a noticias de accidentes o de la presión social por “conducir bien”? Identificar la causa permite trabajarla con estrategias puntuales: ejercicios de respiración antes de arrancar, visualización positiva de un trayecto corto y selección de horarios de tráfico ligero para las primeras prácticas. Convierte cada avance —arrancar sin temblores, mantener la calma en un cruce— en un pequeño logro y celébralo; tu cerebro asociará la conducción con una sensación de éxito y no de amenaza.
El acompañamiento profesional marca la diferencia. Un instructor capacitado ayuda a desmitificar situaciones que suelen generar ansiedad, como incorporarse a una avenida o estacionar en reversa, y te guía con técnicas de conducción defensiva que aumentan la sensación de control. Practicar de manera progresiva —primero en un estacionamiento vacío, luego en calles de baja circulación y finalmente en vías urbanas— consolida la confianza sin sobrecargar el sistema nervioso. Sumar recursos digitales, como simuladores y videos explicativos, refuerza la teoría fuera del auto y permite llegar a la siguiente sesión mejor preparado. Recuerda: el miedo pierde fuerza cuando se enfrenta con información, práctica constante y un ambiente de aprendizaje seguro.
